El legislador del Carmelo
acaba el capítulo XV de nuestra Regla con las palabras del profeta Isaías:
«Este camino es bueno y santo. Seguidlo». Sí, toda la Regla del Carmelo es un
camino santo y bueno. Siguiéndolo se han santificado una pléyade incontable de
almas generosas que han querido seguir de cerca las huellas de Jesús.
Los santos nos enseñan que en
todos los tiempos, aun los más críticos y difíciles, es posible llevar una vida
verdaderamente cristiana y santa. Porque «nada nos puede separar del amor de
Cristo». Los santos han sido luz que brilla en las tinieblas en los momentos
críticos y oscuros de la Iglesia.
El Carmelo nos ofrece un
camino válido también para nuestros días, en que el mundo, con síntomas
evidentes, ha comenzado o está caminando por un nuevo período de su historia.
Los carmelitas, dejándose guiar por el Espíritu, procuran adaptar su misión a
las nuevas condiciones y examinar e interpretar los signos de los tiempos a la
luz del Evangelio y de su patrimonio espiritual.
Ante la realidad de la hora
presente, el Carmelo define así su misión: Buscar y vivir en este mundo la
presencia de Dios vivo y verdadero que, en la persona de Cristo, habitó entre
nosotros; mediante nuestra caridad fraterna, la fe y la esperanza de que Dios
es todo en todos los hombres, esforzándonos en ser testigos de esta verdad
escatológica, sensibilizando a los demás en el descubrimiento de esta presencia
de Dios en sus vidas y destruyendo los ídolos de una falsa religiosidad.
«ESTE CAMINO QUE OS OFRECEMOS,
PUES, ES SANTO Y BUENO. SEGUIDLO»
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